
Hace muchos, muchos años, en la era de los dinosaurios, cuando todos estaban con sus grupos, nuestro monstruo se encontraba solo. Nadie sabía porque, y cuando se iba de viaje, lo hacía durante semanas, pero siempre solo.
Ahí va otra vez – le decía un velociraptor a otro
– A lo mejor de este viaje no vuelve – se quedó pensando el otro – ¿No te recuerda a la abuela? Mira que ojos
– No sé que decirte, más bien a un T-Rex, quizás sea un hijo lejano – se quedaron meditando los dos mientras veían como el monstruo solitario volvía a irse de la isla.
Esa era una de sus cualidades, según quien y cuando le mirara se podía parecer a cualquiera de los dinosaurios.
A nuestro pequeño solitario, que de pequeño no tenía nada, le encantaba jugar en el mar y sumergirse hasta lo más profundo donde ningún rayo de sol llegaba y los peces linterna eran la única guía.
Esta vez se entretuvo más durante el viaje y el tiempo pasó volando, estuvo años fuera de casa, para cuando volvió a la superficie, no quedaba nada ni nadie, solo tierra y agua.
Nadó y nadó buscando respuestas…
Cuando nadaba por las tierras del norte se topó con una pequeña anguila.
-Hace muchos años una gran piedra cayó del cielo y arrasó con todo – le explicó la pequeña anguila – solo sobrevivimos los que estábamos en el agua.
¿Qué hacía ahora?¿Donde estaría su casa? Después de tanto viaje estaba agotado y quería dormir.
La anguila le guió entre tierras y le llevó a un lago lo suficientemente grande para él.
Era tranquilo y el paisaje muy bonito.
-“Este será mi nuevo hogar“- pensó mientras se relajaba en las profundidades del lago.
Cuando despertó, el mundo había vuelto a cambiar, donde antes solo habían montañas y prados, ahora se encontraban unas cuevas muy raras que sacaban humo.

–¿Qué será eso? – pensó el monstruo, cuando un grito y un chapoteo llamó su atención.
Se acercó cauteloso pero curioso, asomando solo su cabeza.
Un pequeño monstruito, que nunca había visto, parecía que se ahogaba. Lo cogió de su extraña piel y lo llevó a tierra.
La pequeña, que se había caído al lago intentando coger su juguete, se quedó mirando al monstruo con ojos como platos.
-Nessie, Nessie – comenzó a llamarle la niña y se acercó para tocarle.
El monstruo se dejo acariciar pues no notaba peligro, ni en la niña ni alrededor.
Sin saber como, los siguientes días, Nessie acabo yendo a encontrarse con la niña, quién estaba super contenta con su nuevo amigo.
A pesar de tener un nuevo hogar y una nueva amiga, Nessie seguía sintiendo curiosidad por el mundo y el fondo marino, así que se despidió de la niña y volvió a viajar.
Varios años después, como si de un viajero se tratara, el monstruo volvió a casa, al lago Ness.
-¡Madre mía, que cambiado estas! – gritó contenta la niña, quién se había convertido en una mujercita – Te he estado esperando cada día.
Nessie era un ser muy antiguo y su cuerpo se adaptaba al clima y la zona donde estaba. Su “piel” había cambiado de color para camuflarse mejor y había aumentado de tamaño para no pasar frío.
Y como si el tiempo no hubiera pasado, volvieron a encontrarse cada día en el mismo sitio, pero esta vez, a Nessie lo vieron otras personas, quienes fascinadas por él, volvían al lago por la posibilidad de verle.
Sin darse cuenta, la leyenda del monstruo del lago Ness cruzó Escocia, y poco después, todo el mundo conocía de la existencia de Nessie.

El monstruo se volvió tímido y solo salía cuando escuchaba la llamada de su amiga, quien le llamaba cariñosamente:
-Nessie, Nessie.
El monstruo del lago Ness, leyenda
Leyenda escocesa: Esta es la historia del monstruo del lago Ness. La leyenda de un monstruo que vive en un lago cerca de Inverness, Escocia.
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